El Movimiento Estudiantil de 1968, II: 26 de Julio: Nace el movimiento estudiantil y la “conjura comunista”:
Redactado por Gerardo Alarcón Campos.
La agresión de los granaderos contra la Vocacional 5 del Instituto Politécnico Nacional levanta la indignación de la comunidad estudiantil. Ante ello, los estudiantes exigen a la Federación de Estudiantes Técnicos, su órgano representativo oficial, que organice una marcha en protesta contra la violencia ejercida por los granaderos.
La FNET se encontraba muy lejos de ser un aparato representativo de la comunidad estudiantil politécnica, al contrario, pertenecia al conjunto de organizaciones corporativistas de control político dependientes del Partido Revolucionario Institucional y particularmente tenía una fuerte conexión con el general Alfonso Corona del Rosal. Pese a ello, la voluntad estudiantil se impuso y la FNET se vio obligada a solicitar al Departamento del Distrito Federal el permiso para realizar la manifestación.
Dado el contexto de la época, donde el partido que gozaba del control hegemónico del campo político poseía un estatus de poder absoluto, las manifestaciones en México estaban permitidas únicamente con autorización oficial, y debían desarrollarse en las rutas y espacios señalados por las autoridades. Aunado a ello, el desarrollo de las protestas era estrictamente vigilado por agentes al servicio de las fuerzas de seguridad, principalmente la Dirección Federal de Seguridad quien montaba operativos con agentes encubiertos que mediante la infiltración recolectaban información sobre los participantes, qué organizaciones convocaban a la protesta, cuál era su filiación política/ideológica, cuáles eran sus líderes y que demandas exigían.
La fecha autorizada por el DDF para la realización de la marcha sería el 26 de julio. Ese mismo día la Central Nacional de Estudiantes Democráticos, órgano estudiantil perteneciente a las Juventudes Comunistas del Partido Comunista Mexicano, planeaba realizar una marcha conmemorativa por el décimo aniversario del asalto al Cuartel Moncada en Cuba. La CNED solicita a los representantes de la FNET cambiar la fecha de su protesta a los cual ellos se niegan y sorprendentemente el DDF autoriza la realización simultanea de las dos protestas.
En principio, esto se debió a que ambas protestas tendrían lugar en lugares completamente separados una de la otra. La de la FNET seguiría la ruta Ciudadela, Monumento a la Revolución y Casco de Santo Tomás. La de la CNED saldría de Salto del Agua y concluiría en el Hemiciclo a Juárez. La distancia que separaba ambas manifestaciones era de 20 calles.
Ambas marchas iniciaron y se desarrollaron con normalidad. La de la FENET comenzaría a las 16:00 hrs, cuando llega al Monumento a la Revolución en donde desarrolla un pequeño mitin. De pronto, un grupo de personas irrumpe en el lugar y exhorta a los manifestantes a dirigirse hacia el Zócalo. Dicha acción representaba una locura, pues el Zócalo era el lugar exclusivo para los eventos del presidente de la república y sus demostraciones de poder. Algunos estudiantes responden al llamado y se apartan del contingente dirigiéndose hacia el Zócalo. El líder de la FNET, José R. Cebreros hace un llamado para expulsar a estas personas del contingente y dirigirse al Casco de Santo Tomás.
Y es que este grupo de personas no parecían estudiantes, sino que, de acuerdo con el testimonio de Alfredo Ramírez, el Pelícano (un porro que había participado en las peleas del 22 y 23 de julio y que ese día había marchado acompañando a la FNET) el grupo estaba conformado por hombres con un rango de edad entre los 28 a los 40 años, y que no eran conocidos por nadie. Es decir, eran personas completamente ajenas al IPN.
Hacia las 18:30 hrs, la marcha llegó a su destino, la Plaza del Carrillón en el Casco de Santo Tomás. De nueva cuenta el misterioso grupo de personas irrumpió en el mitin y exhortó a los manifestantes a dirigirse hacia el Zócalo, con el fin de que sus demandas fueran escuchadas. Los estudiantes comenzaron a romper filas y empezaron a dirigirse al Zócalo. Este grupo tuvo éxito al apelar al descontento de la base estudiantil con la FENET, y su llamado halló eco en grupos y estudiantes que legítimamente buscaban que su protesta contra la represión fuese escuchada.
El grupo de incitadores comenzaría a tomar autobuses y a trasladar a los estudiantes a las inmediaciones del Zócalo. José R. Cebreros denunciaría esta irrupción a la policía. Sin embargo, un fuerte contingente de granaderos y agentes policiacos vestidos de civil ya se encontraban en el Zócalo esperando la llegada del contingente.
Los estudiantes descienden en el Panteón de San Fernando e inician su marcha hacia el Zócalo. Al llegar a las calles de Palma y 5 de mayo, el contingente queda encapsulado por los granaderos, desencadenándose el primer enfrentamiento. Súbitamente, quienes instigaron a los estudiantes politécnicos a marchar al Zócalo comienzan a sacar de los botes de basura piedras, palos y varillas, y comienzan a romper vidrios, saquear comercios y dañar automóviles. Los granaderos arremeten contra los estudiantes quienes se ven obligados a desprender las alcantarillas de concreto y romperlas para poder arrojar los fragmentos a los granaderos.
Los estudiantes son replegados a San Juan de Letrán, cerca de donde se desarrolla el mitin de la CNED. Los oradores y asistentes del mitin se solidarizan y de un momento a otro el contingente de más de 2 mil jóvenes comienza a lanzar consignas a favor de la unidad estudiantil, coreando las iniciales del IPN y la UNAM. Como pueden, los estudiantes comienzan a armarse con lo que encuentran a la mano y se preparan para avanzar al Zócalo y resistir el embate represivo.
Durante su avance, el contingente se encuentra con el Subjefe de la Policía del Distrito Federal, el mayor Raúl Mendiolea Cerecero, escoltado por oficiales uniformados y vestidos de civil. Los manifestantes responden arrojando sus proyectiles y los enfrentamientos se reanudan.
Los granaderos logran impedir el avance hacia el Zócalo. Los estudiantes se dispersan. Muchos logran replegarse hacia Avenida Juárez, Torre del Caballito y Jardines de la Alameda en donde intentan reagruparse. En las calles aledañas al Zócalo, cientos de jóvenes son cazados por los elementos policiacos, brutalmente golpeados y detenidos. Otro grupo de estudiantes de las preparatorias 2 y 3 toman e incendian dos camiones de pasajeros. Muchos estudiantes se refugian en la Preparatoria 1 de San Ildefonso y cuando la policía arriba al lugar es recibida por una lluvia de piedras qué los obliga a emprender la retirada. Días después el Estado cobrará venganza.
¿Y el grupo que arengó a los estudiantes para avanzar al Zócalo? Saquearía comercios, principalmente joyerías y armerías, y se retiraría del lugar en medio del caos. Para los estudiantes el costo final de esta confrontación fue grande. Oficialmente las autoridades únicamente reportarían 6 heridos, mientras que los estudiantes recogen la cifra de 500 heridos, 200 detenidos y un número no consensuado de muertos. La cacería humana se prolongaría durante toda la noche del 26 y a primeras horas del día 27
Pero el Estado mexicano estaba lejos de terminar con sus labores represivas esa noche. En distintos puntos de la ciudad, la Dirección Federal de Seguridad apoyada por agentes del Servicio Secreto, comienza a ejecutar operativos contra el Partido Comunista Mexicano. Los agentes allanan las oficinas del Comité Central del Partido, las oficinas de la CNED y las instalaciones del periódico del Partido La Voz de México, en donde destruyen las impresoras y los talleres. Hay al menos 96 militantes comunistas detenidos en este operativo.
A la mañana siguiente, los medios de comunicación tienen un guion que seguir a cabalidad: Los disturbios estudiantiles de los últimos días eran producto de una conjura comunista internacional con miras a desestabilizar al gobierno y sabotear las olimpiadas. A partir de este momento, para el Estado mexicano no había autoritarismo y represión, había un sabotaje en marcha y debía hacer lo imposible, incluso lo inimaginable, lo inhumano y lo brutal, para salvar a la patria.
Tras los acontecimientos del 26 de julio puede verse, de nueva cuenta, la provocación. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido el 22 y 23 de julio, en esta ocasión no serían los grupos porriles enfrentados entre sí. Por las declaraciones de Alfredo Ramírez, tal parece que los sujetos que infiltraron el mitin de la FNET tenían como objetivo provocar la misma reacción violenta que los estudiantes politécnicos habían tenido en días pasados para así ejecutar una acción represiva con mayor justificación.
Es ampliamente probable que este grupo de choque haya estado conformado por trabajadores de los Servicios de Limpieza y Transporte del Distrito Federal, quienes, por orden del regente del Distrito Federal, Alfonso Corona del Rosal, fungían como grupo de choque para disolver manifestaciones. Esto explicaría los rangos de edad tan dispares en relación con los estudiantes politécnicos, al hecho de que, durante su avance hacia el Zócalo, ya tuviesen listo un arsenal de objetos contundentes escondidos en los botes de basura y principalmente al hecho de que ninguno de estos sujetos fue detenido por la policía. Justamente estos grupos de choque serían la base de lo que en 1971 sería conocido como Los Halcones.
La provocación tuvo un efecto no esperado: terminó uniendo a aquellos estudiantes, grupos y organizaciones con base en el Politécnico descontentos con la sumisión y tibieza de la FNET y de las autoridades escolares con estudiantes pertenecientes a la UNAM y a la Universidad Autónoma de Chapingo agrupados en la CNED bajo una bandera en común: la lucha contra la represión y el autoritarismo del Estado mexicano.
Paralelamente, la union de los estudiantes con las organizaciones comunistas serviría de pretexto perfecto para la narrativa represora del Estado mexicano encabezado por Gustavo Díaz Ordaz, cuyo gobierno ahora no solo presentaría a los estudiantes como vándalos irracionales, sino como jóvenes manipulados por oscuros intereses soviéticos y cubanos.
Como Carlos Montemayor señala, es posible que la decisión de autorizar la realización simultánea de ambas marchas, más la ejecución de un operativo de infiltración y provocación para desencadenar la represión oficial se haya debido a las pretensiones del gobierno de controlar a los sectores sociales y políticos que le resultaban indeseables. Justamente durante el gobierno de Adolfo López Mateos, donde Diaz Ordaz fungió como secretario de gobernación, era usual la realización de operativos “preventivos” en contra de los sectores y movimientos populares en vísperas de algún evento de relevancia internacional, con el fin de “sanear” la imagen del país. La agresiva campaña de medios de comunicación cuyo rostro carismático fue el actor Mario Moreno “Cantinflas” es reflejo de esta práctica, pues el discurso abiertamente habla de suprimir y eliminar todos los elementos y sujetos que den mala imagen al país.
El 26 de julio representa el parto sangriento del movimiento estudiantil y el inicio de la batalla por conquistar, tan siquiera, un pequeño espacio de libertad y expresión De un lado, los estudiantes levantando la voz por los que han callado por décadas; del otro, el Estado mexicano acostumbrado a imponer realidades a través de la fuerza.
• Fuentes de Referencia:
- 1968: Todos los Culpables. Jacinto Rodríguez Mungia
- La Conspiración del 68. Los Intelectuales y el Poder: Así se fraguo la matanza. Jacinto Rodríguez Mungía.
- La Violencia de Estado en México: Carlos Montemayor.
- Yo, Porro. Olga Duron.
- Tres Culturas en Agonía. Jorge Carrión, Sol Arguedas y Fernando Carmona.
- El 68, La Trdición de la Resistencia. Carlos Monsiváis.
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