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El asesinato de Carlos Ramírez Ladewig: ¿Ajusticiamiento, traición o conspiración?

Redactado por Gerardo Alarcón Campos.

El 12 de septiembre de 1975, Carlos Ramírez Ladewig, máximo dirigente y patriarca de la Federación de Estudiantes de Guadalajara, es asesinado a bordo de su automóvil por tres jóvenes que descargaron sobre él un total de 18 disparos de diferentes calibres.

El asesinato sacude a los grupos de poder político de la Ciudad de Guadalajara, Jalisco y al gobierno de Luis Echeverría, quien envía al funeral en su representación a Fernando Gutiérrez Barrios y coloca a Miguel Nazar Haro al frente de las investigaciones para esclarecer el asesinato.

Cuatro meses después, en enero de 1976, Nazar Haro da a conocer a la prensa el resultado de sus investigaciones, concluyendo que Ramírez Ladewig fue ajusticiado por las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo. De acuerdo con su investigación, para el operativo, las FRAP habían robado un Ford Falcón al cual le colocaron unas placas proporcionadas por los hermanos Roberto e Isidro Urzúa Uribe, quienes junto a Pedro Ornelas Rochín, conocido como El Perico, estaban al frente de una red de coyotaje que tramitaba placas de manera irregular.

El descubrimiento de esta red de coyotes habría sido la pista clave que llevó a la DFS hacia las FRAP. Aunado a ello, Nazar ordenaría sus conocidos interrogatorios a base de torturas contra algunos militantes presos de las FRAP, de los cuales, aparentemente, obtuvo información sobre una supuesta lista de personajes candidatos a secuestro político o ajusticiamiento, de entre los cuales, figuraba Ramírez Ladewig. Nazar señalaría a Ramón Campaña López de ser el autor intelectual y uno de los autores materiales del asesinato.Ramón Campaña López fue detenido el 2 de mayo de 1976. Sus hermanos y su padre fueron torturados por la DFS para arrancarles la información que pudieran tener sobre el asesinato de Ladewig. En 2003 negó su participación directa en los hechos. 

Pese a ello, la versión oficial sobre el asesinato de Ramírez Ladewig no convenció a sus familiares y correligionarios, quienes prontamente hicieron pública su discrepancia y empezaron a señalar como verdaderos responsables a los grupos antagónicos al poder de Ramírez Ladewig dentro de la FEG y al propio gobierno de Luis Echeverría.

A similitud de lo que ocurre con la muerte de Eugenio Garza Sada, la muerte de Carlos Ramírez Ladewig es objeto de hipótesis y teorías. No es para menos, ya que el dirigente de la FEG fue un personaje clave en las dinámicas del ejercicio autoritario del poder dentro de la Universidad de Guadalajara, lo cual detonó un proceso de lucha social en su contra. Aunado a ello, el clima existente dentro de la cúpula de poder dentro de la universidad, marcado significativamente por el uso de la violencia gansteril para el alcance de los objetivos personales. Estas dos situaciones creaban las condiciones perfectas para la realización de un acto de tal magnitud.

¿Pero quién realmente es responsable del asesinato?

Por una parte, los familiares de Ramírez Ladewig, así como sus excompañeros, insisten en que el asesinato fue una conspiración maquilada por Luis Echeverría en represalia por la supuesta postura socialista y antiimperialista de Carlos. En principio, está de sobra decir que la FEG se erigió como una organización totalitaria que, apropiándose de los símbolos del movimiento socialista y del nacionalismo cardenista, logró hacerse pasar frente al estudiantado como una organización estudiantil democrática encubriéndose bajo una bandera de falso progresismo que decía defender los intereses del estudiantado en el discurso, pero que en la práctica ejercía un poder gansteril que coartaba toda libertad de organización independiente y que utilizaba la violencia para reprimir la movilización estudiantil ajena a los intereses de la rectoría y el gobierno de Jalisco.

La FEG no solo tejió alianzas con el poder estatal, sino también con el gobierno Federal para evitar el crecimiento de los movimientos estudiantiles y beneficiar, mediante el corporativismo, a sus líderes, quienes llegarían a importantes puestos políticos dentro del PRI. Mientras fingía ser una organización socialista, democrática, nacionalista, antiimperialista e internacionalista, la FEG reprimía y perseguía a los jóvenes estudiantes que se organizaban de manera independiente. Carlos Ramírez Ladewig, justificaba la represión argumentando que el imperialismo y la derecha conspiraban contra la universidad.

Por ello es absurdo imaginar que Luis Echeverría eliminaría a Carlos Ramírez Ladewig, pues justamente representaba la política demagógica de la época, la que en el discurso se reivindicaba como progresista pero que en la práctica era autoritaria.

Por otra parte, la hipótesis que adjudica a la propia FEG el asesinato, si bien tiene ciertas bases, no son suficientes para sostenerla. En su libro La Charola: Una historia de los servicios de inteligencia en México, Sergio Aguayo hace pública la existencia de una línea de investigación elaborada por Nazar Haro que apuntaría a la FEG como responsable. 

De acuerdo con este expediente, el automóvil Ford Falcón utilizado por el comando ejecutor en el asesinato de Ladewig fue propiedad de Jaime Soulé Padilla, un individuo que se dedicaba al robo de vehículos y cuyos principales clientes eran los matones de la FEG al mando de Manuel Correa Ceceña, tambien ex presidente de dicha organización. 

De acuerdo con una declaración de Pedro Ornelas, este se quedaría con el vehículo para saldar una deuda que Soulé Padilla tenía con él, le cambiaría las placas con ayuda de los hermanos Urzúa Uribe y posteriormente se lo vendió a uno de los matones cercanos a Correa Ceceña, declarando que en una ocasión vio a este grupo de matones a bordo del vehículo. 

Aunado a ello, Carlos Morales García, el Pelacuas, conocido matón de la FEG que posteriormente trató de iniciar un grupo criminal por su cuenta y preso por asesinar a algunos de sus compañeros de la FEG, declaró que si bien él no estaba involucrado en el crimen, pues no le convenía involucrarse en algo así, hizo mención sobre la posibilidad de que algunos ex presidentes de la FEG estuvieran detrás del crimen. Fuera de estos indicios, la investigación no avanzó más. 

Aguayo teoriza que esto se debió a que el gobierno de Echeverría temía que el costo político a pagar por la detención de algunos líderes de la FEG fuera bastante alto, por lo que culpar a la guerrilla sería más sencillo. Sin embargo, también es probable que la DFS no quisiera indagar en los negocios sucios de la FEG. 

Además de fungir como un grupo de choque dentro de la universidad, la FEG se encontraba diversificando sus oficios delictivos mediante el robo de vehículos como pudo constatar la DFS y mediante el narcotráfico, dos actividades que, curiosamente, también la DFS realizaba, por lo que la suspensión de la investigación pudo deberse más a un pacto de impunidad o un probable acuerdo para la realización de negocios ilícitos que a un silencio deliberado para evitar costos políticos.

Pero a diferencia de los alegatos de Álvaro Ramírez Ladewig quien insiste en ver un crimen de Estado donde no lo hay y de las hipótesis que señalan a la propia FEG como la victimaria, los militantes de las FRAP sí reconocen haber realizado el ajusticiamiento.

Los estudiantes que se incorporaron a las filas de las organizaciones político-militares, tenían razones de peso para eliminar a Ramírez Ladewig. Los integrantes del FER que dieron el salto hacia la lucha armada lo responsabilizaban de los actos represivos que la FEG había cometido contra los estudiantes de la UdeG, tales como el sofocamiento del movimiento en solidaridad con los estudiantes de la Ciudad de México en 1968, las golpizas y extorsiones contra estudiantes, la balacera en el Instituto Politécnico el 20 de septiembre de 1970 la cual dejaría un saldo de 3 muertos y 23 heridos y el asesinato de Arnulfo Prado Rosas el 23 de noviembre de 1970. 

En su libro testimonial Jóvenes de los setentas, y en la cronica "La Muerte del Cacique", Francisco Martínez Mejía ofrece detalles de primera mano sobre las motivaciones que condujeron a las FRAP a tomar la decisión de ajusticiar a Carlos Ramírez Ladewig. 

Como efectivamente se puede deducir, el ajusticiamiento se hace en represalia por los actos represivos que la FEG realizó contra la comunidad estudiantil de la UdeG. En palabras de Martínez Mejía para el documental Clandestino: “Hay gente que le pone mucho empeño a la represión”. Esta sería la primera acción de ajusticiamiento político realizada por las FRAP y una de las pocas realizadas por el Movimiento Armado Socialista en general.

La acción comienza a planificarse desde 1974 al darse cuenta Martínez Mejía que Ramírez Ladewig había regresado a México de su estancia en Europa. Prontamente, las FRAP comenzaron a vigilarlo y hacer seguimiento de su rutina. Inicialmente, el operativo se realizaría con el apoyo de una camioneta desde la cual, el comando rafaguearía el vehículo de Ramírez Ladewig con carabinas M-2. 

En febrero del 75, un comando de las FRAP se dirigiría al estado de Colima para obtener la mencionada camioneta. En su camino de regreso, el grupo se encuentra con un retén de la Policía Judicial Federal a las afueras del pueblo de Sana Ana. Al descubrir la policía una de las armas se inició un enfrentamiento que dejaría como saldo cinco policías muertos y un militante de las FRAP abatido.

El plan se reconfigura, expropiando el comando el mencionado Ford Falcón y obteniendo las placas del coyote, así como unas pistolas calibre .45, 9mm y .38. En la acción participaron dos comandos, uno de ejecución y otro de vigilancia. Cuando Carlos Ramírez Ladewig salió de las oficinas del Instituto Mexicano del Seguro Social, donde trabajaba como Delegado Regional. 

Al llegar a la esquina de las calles Niños Héroes y Alemania, un integrante del comando avanza hacia la ventana del conductor y acciona el primer disparo. Eduardo Manzano, miembro del comando abre fuego contra un policía vestido de civil que se encontraba en el lugar y después contra el vehículo de Ramírez Ladewig mientras que otro integrante del comando hace lo mismo. En total se realizaron 18 disparos contra Carlos Ramírez quien muere en el hospital Ayala del IMSS.

Ciertamente, la muerte de Carlos Ramírez Ladewig marcó el inicio de una crisis política al interior de la UdeG que evidenciaría una serie de contradicciones y disputas internas al interior de la FEG y que fracturarían la relación de esta organización con el gobierno federal y daría inicio a una reconfiguración en las estructuras internas de poder.

Pese a la existencia de evidencias que fundamentan la participación de las FRAP en el ajusticiamiento de Ramírez Ladewig, difícilmente podrá desarraigarse la idea de que este asesinato se debió a disputas internas por el poder. 

Al final de cuentas, los ajusticiamientos por motivos políticos siempre son escenarios para la creación de múltiples conjeturas sobre sus verdaderos autores y las motivaciones que los llevaron a hacerlo, y en ese universo de conjeturas se dibujan múltiples actores. 

Pero lo que sí es una certeza, es que Carlos Ramírez Ladewig no fue una víctima del Estado, al contrario, fue un victimario del Estado cuya organización fue participe de las dinámicas represivas y autoritarias que orillaron a varios jóvenes a tomar el camino de la lucha armada. 

* Fuentes de Referencia:

- La Charola: Una Historia de los Servicios de Inteligencia en México: Sergio Aguayo.

- Jóvenes de los Setentas: Crónica de un militante de las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo: Francisco Martínez Mejía

- La Muerte del Cacique: Francisco Martínez Mejía ("Raúl Manzo"). Publicado en, Revista Vivir Para contarlo No. 13, Junio 2022.

- La Guerrilla Olvidada: Héctor Guillermo Robles Garnica

- El Frente Estudiantil Revolucionario: Antecedentes, Nacimiento y Represión: Rodolfo Gamiño

- Entrevista a Francisco Martínez Mejía en Clandestino Ep: 8: Grupos Guerrilleros (Descomposición), minutos 12:49 a 16:06.

- Revisión histórica de la guerrilla en Guadalajara, Las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo (1972-1982): Jesús Zamora García.

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