Redactado por Gerardo Alarcón Campos:
Hablar del año de 1968 en México nos remite directamente al movimiento estudiantil ocurrido en la ciudad de México en julio de ese año y sofocado trágicamente el 2 de octubre en Tlatelolco.
La movilización estudiantil repercutió en la gran mayoría de los centros universitarios al interior del país. Gracias a los estudiantes foráneos, las universidades conocieron los hechos represivos que habían dado origen al movimiento y las demandas del pliego petitorio planteadas por el Consejo Nacional de Huelga, rompiendo así los cercos mediáticos que haciendo uso de la difamación buscaban retratar a los estudiantes como agitadores manipulados por una conjura comunista y que censuraban el contenido político de sus demandas.
Pero un mes antes de los sucesos que desencadenaron el movimiento estudiantil en la ciudad de México, en Xalapa Veracruz, maestros, trabajadores universitarios y estudiantes se habían unido para exigir al gobierno del estado el cumplimiento de diversas demandas para mejorar la calidad laboral y educativa de la Universidad Veracruzana. Dicho movimiento, terminaría cruzando caminos con los estudiantes en Ciudad de México, y antes de que el descontento estudiantil creciera, el gobierno del estado de Veracruz ordenaría su inmediata represión.
Los problemas dentro de la UV iniciaron con la llegada de Fernando López Arias a la gobernatura del Estado en 1962. López Arias impulsa el llamado Plan Veracruz como la plataforma de acción de su gobierno para impulsar el desarrollo de la entidad. Sin embargo, dicho plan estableció una reducción significativa al presupuesto de la Universidad, el cual, en la administración de su antecesor, Manuel M. Quirasco era del 12.3%, mientras que con López Arias se llegó a reducir al 6.5%. Por otra parte, los recursos reducidos a la UV fueron destinados a la Dirección General de Seguridad Pública, creándose entre otras cosas el Cuerpo de Granaderos. Este acto no pasaría desapercibido por los críticos de López Arias, quienes le recuerdan su vena autoritaria al ser quien, como Procurador General de la República, ordenó la detención de Demetrio Vallejo y Valentín Campa.
Aunado a ello, López Arias coloca en la rectoría de la UV a Fernando García Barna, político de toda su confianza que le ayuda a implementar los recortes presupuestales en la universidad y a expulsar a los académicos e intelectuales que cuestionaban la política del gobernador.
Hacia 1968 la UV se encontraba al borde de la bancarrota. No se pagaron los aguinaldos correspondientes al año de 1967 y había varios salarios vencidos. Aunado a ello, los trabajadores carecían de seguro social y no poseían la libertad de asociación para organizarse en sindicatos. Por su parte, las diversas facultades de la universidad carecían de laboratorios, talleres, bibliotecas, material didáctico y aulas; en el caso de los estudiantes preparatorianos de la escuela Articulo 3º, estos demandaban la construcción de un edificio para aumentar la matrícula de estudiantes.
El primer paso para la movilización se daría el 26 de junio con la creación de la Coalición de Maestros y Trabajadores de la UV quienes decretan un paro laboral de 24 horas y elaboran un pliego petitorio con los siguientes puntos:
1) Pago del aguinaldo correspondiente a diciembre de 1967.
2) Nivelación Salarial
3) Ingreso al Instituto Mexicano del Seguro Social
4) Reconocimiento Oficial de la Coalición de Maestros y Trabajadores de la UV
5) Libertad de Asociación.
Sin dar espacio a la conciliación, las autoridades universitarias despiden de manera inmediata a los maestros y trabajadores organizados en la coalición. Esto terminó por detonar la bomba al interior de la universidad, provocando que el 1 de julio maestros, estudiantes y trabajadores decretaran la huelga general. El 10 de julio los estudiantes también empiezan una huelga de hambre en Plaza Lerdo, frente al palacio de gobierno.
Desde el primer momento hubo obstáculos. El rector se deslinda totalmente del conflicto argumentando que, al no ser autónoma, la máxima autoridad dentro de la UV era el gobernador. Por su parte, la única respuesta que el gobierno de López Arias da a la comunidad universitaria es que no hay fondos en el estado para atender las demandas.
Durante los meses de junio y julio, el movimiento se desarrolla con tranquilidad. Investigadores, maestros, trabajadores y estudiantes marchan por las calles de Xalapa y realizan mítines en la Plaza Lerdo para dar a conocer sus exigencias. Pese a que las reuniones universitarias y los mítines se encuentran infiltrados por agentes de los Servicios Especiales, por parte del gobierno no hay intenciones de reprimir las manifestaciones estudiantiles, incluso el presidente municipal de Xalapa, Othoniel Rodríguez Bazarte autoriza las manifestaciones.
Todo comienza a cambiar a principios de agosto de 1968 con el nacimiento del Consejo Nacional de Huelga en la ciudad de México. El movimiento estudiantil en la capital se consolida en el aparato intermediario que daría un eje de acción e interlocución al movimiento. Justamente una de las tareas que el CNH asigna a las comisiones que lo integran es la del establecimiento de relaciones con otras escuelas al interior de la república. Sería una joven delegada de la Escuela Nacional de Antropología llamada Lucero y un estudiante llamado Salvador Martínez della Roca quienes establecerían el primer contacto entre el CNH y los estudiantes xalapeños.
Al conocer los acontecimientos represivos ocurridos en la capital, sectores del estudiantado y el magisterio comienzan a manifestar su solidaridad con los estudiantes e incluyen dentro de las demandas del movimiento la resolución plena de los 6 puntos del pliego petitorio del CNH.
Esto trajo como consecuencia el surgimiento de dos tendencias dentro del movimiento. Por un lado, los sectores más oficialistas del estudiantado, la academia y la burocracia de la UV consideraban que el conflicto debía limitarse exclusivamente a la esfera universitaria, y esperaban que, con la suficiente presión, pudieran resolver el conflicto mediante el diálogo y la conciliación.
Por otro, los estudiantes, principalmente aquellos adheridos al Partido Comunista, corrientes de izquierda liberal, jóvenes masones de la AJEF y aquellos que eran críticos con la gestión de López Arias, veían un paralelismo entre la represión empleada por los cuerpos policiacos y militares de la capital y el desvió de recursos de la UV para Seguridad Pública, advirtiendo que era cuestión de tiempo para que López Arias usara la represión en contra de ellos. El tiempo les daría la razón.
Los sectores más oficialistas, adheridos a la Federación Estudiantil Veracruzana, incluso llegan a deslindarse y a reprobar las acciones ocurridas en la capital, remarcando que el carácter del movimiento en Xalapa es pacífico y legal. Debido a ello, y por qué también la FEV interviene para evitar la destitución del rector García Barna, muchos sectores estudiantiles desconocen a la FEV y fundan otras organizaciones tales como el Directorio Estudiantil Veracruzano, el Consejo de Huelga Estudiantil y el Frente Pro-libertades Democráticas por mencionar algunas.
Pese al surgiendo de estas dos tendencias, lo cierto es que tampoco se produce una división en el movimiento estudiantil y todas las organizaciones marchan juntas a lo largo del mes de agosto y septiembre para lograr el cumplimiento de las demandas planteadas por la comunidad universitaria.
El principal centro de operaciones del movimiento estudiantil sería la cede de la Facultad de Filosofía y Letras, espacio en donde se daban cita estudiantes de las facultades de Derecho, Pedagogía, Filosofía y Letras, Comercio, Economía, Arquitectura, Ingeniería y Medicina; además se contaba con la participación de los preparatorianos del Colegio Preparatorio de Xalapa y el Articulo 3º Constitucional y estudiantes de la Escuela Normal Veracruzana. El 15 de septiembre, los estudiantes celebran desde el balcón principal de la Facultad de Filosofía y Letras el grito de independencia.
Pese a que las mesas de negociaciones entre el movimiento y el gobernador continuaban, no existía ningún avance y López Arias se mantenía firme en su postura sobre que no había dinero en el estado. Aunado a ello, el movimiento estudiantil en la capital era la principal preocupación del gobierno federal y para mediados de agosto comenzarían a girar las órdenes para sofocar al movimiento en la capital y al interior de la república.
Personas cercanas al gobernador comentaron que comenzó a recibir llamadas del Secretario de Gobernación, Luis Echeverría, con la orden de acabar inmediatamente con los disturbios estudiantiles al costo que fuera, pues se comentó que existía el temor a que los estudiantes de todos los puntos del país se congregaran en la ciudad de México. De lo que existe certeza es que el gobierno del estado, la delegación estatal del PRI y las organizaciones de base del partido mandan a desplegar en medios nacionales un comunicado expresando su solidaridad con el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz y hacen un llamado a que las fuerzas armadas impongan orden y sofoquen el movimiento estudiantil.
Ya fuese por presión de Gobernación, por su propia propensión autoritaria o por su completa incapacidad para resolver el conflicto, a mediados de septiembre López Arias comienza a ordenar una escalada de actos represivos que culminarían con los acontecimientos ocurridos la tarde del 26 de septiembre.
El 12 de septiembre en la ciudad de Orizaba, una pequeña brigada de estudiantes es detenida por elementos militares. Los estudiantes son encerrados en el Reclusorio Regional de Orizaba y al día siguiente trasladados a los separos clandestinos de los Servicios Especiales de la DGSP, obteniendo su libertad el 26 de septiembre para dar paso a los estudiantes detenidos ese día.
El 19 de septiembre granaderos al mando del coronel Héctor Hernández Tello irrumpen violentamente en el edificio de Filosofía y Letras con el objetivo de barrer aquel “foco de subversión” deteniendo a un aproximado de ocho estudiantes. La rabia de la sociedad Xalapeña no se haría esperar y el 20 de septiembre estudiantes, maestros, trabajadores universitarios, padres de familia y sociedad en general realizan una marcha silenciosa.
Los granaderos impiden el paso del contingente hacia la Plaza Lerdo, pero antes de que se desencadene un enfrentamiento, emisarios del gobernador solicitan la creación de una comitiva para que pase a hablar directamente con él. Después de unas horas de conversación se acuerda la liberación de los detenidos al día siguiente.
La tensión iba a reventar en cualquier momento. El 25 de septiembre, López Arias recibe a la última comitiva de la comunidad universitaria y de manera sentenciante les dice que el estado carece de recursos y que deben levantar la huelga de inmediato. Ese mismo día, quizás en un movimiento para recuperar el apoyo de la Facultad de Derecho, el principal semillero de cuadros políticos en el estado, López Arias da un donativo de 200 mil pesos, proveniente de su bolsillo, para la construcción de la biblioteca de la Facultad.
Justamente ese día, representantes de dicha facultad habían solicitado al presidente municipal Othoniel Rodríguez permiso para la realización de una marcha el día 26, pero el presidente municipal se negaría. Esta acción justificaría el actuar del cuerpo de granaderos al día siguiente.
Durante la tarde del día 25, los estudiantes comienzan a detectar la prescencia de individuos sospechosos en las inmediaciones de la Facultad de Filosofía y Letras. Creyendo que son los eternos infiltrados de los Servicios Especiales los ignoran, hasta que algunos de ellos comienzan a ser detenidos afuera del edificio y subidos a varios vehículos. En distintos puntos de la ciudad se dan detenciones similares. Los estudiantes son llevados a la cárcel clandestina de Servicios Especiales localizada al interior del palacio de gobierno y son torturados para dar a conocer los nombres de los principales cabecillas del movimiento.
El ambiente del amanecer del día 26 estaba enrarecido. Las detenciones no pasaron desapercibidas y pese a no contar con el permiso oficial del ayuntamiento se acordó en asamblea realizar la marcha, de manera silenciosa y pacífica para exigir la presentación de sus compañeros detenidos. Desde el medio día ya se encontraban apostados los contingentes de granaderos. Ante la presencia de ellos, los comercios circundantes de las calles Lucio y Enríquez cierran sus puertas.
Sorpresivamente, López Arias convoco a una reunión sorpresa a las 2:30 pm con representantes estudiantiles. En dicha reunión, les comunicó que sabía de sus intenciones para realizar la marcha, y en tono amenazante y prepotente les diría que ya no toleraría una manifestación más, que había recibido órdenes directas de utilizar al ejército, pero que no lo haría para evitar consecuencias más graves, pero que no dudaría en utilizar a la fuerza pública local. Después de dar un manotazo al escritorio, saldría de su oficina sin dar tiempo a los representantes de expresar su opinión. Los representantes comunicarían a sus compañeros lo dicho en la reunión, pero pensando que todo se trataba de una amenaza vacía decidieron continuar con la realización de la marcha.
Finalmente, a las 6:00 de la tarde, el contingente silencioso de 700 estudiantes, maestros y trabajadores salen del edificio de la Facultad de Filosofía y Letras localizado en la calle de Juárez. Al doblar la esquina desciende por la calle de Lucio y se dirige directamente hacia Plaza Lerdo. A unos pocos metros de llegar, se topan con el contingente de granaderos encabezados de nueva cuenta por el coronel Héctor Hernández Tello.
Al frente del contingente se encontraba el representante estudiantil de la Facultad de Derecho, Juan José Rodríguez Prats, quien se aproxima a Hernández Tello con la intención de dialogar, pero sin previo aviso el coronel le propina un fuerte golpe en el pecho. Con un megáfono en la mano, Hernández Tello arenga a los granaderos y a la orden de: “Rómpanles la madre a todos” los granaderos inician el ataque contra el contingente.
El contingente es atacado con granadas de gas lacrimógeno. La calle de Lucio es empinada, por lo que los manifestantes no pudieron huir corriendo, quedando atrapados en la nube de gas y siendo blanco fácil para los macanazos, golpes y patadas de los granaderos.
La golpiza es indiscriminada. La sufren los estudiantes, hombres, mujeres, niños y algunos comerciantes que habían vuelto a abrir sus locales para que los estudiantes pudieran refugiarse dentro. Otro grupo de personas trata de encontrar refugio en la Catedral, localizada a un costado de Plaza Lerdo. En Lucio, cerca de la tienda Chedrahui, un grupo de albañiles que se encontraba trabajando comenzarían a arrojar piedras y ladrillos a los granaderos.
La corretiza llega hasta la calle de Juárez en donde los granaderos vuelven a irrumpir en la Facultad de Filosofía y Letras, esta vez golpeando y destruyendo todo a su paso. En el lugar son detenidos varios estudiantes y maestros.
Las acciones no se limitan a ese lugar. Los granaderos atacan a otro grupo de estudiantes que había salido del dormitorio estudiantil del Movimiento Cultural del Estado de Veracruz y que iban a integrarse al contingente. Algunos logran huir por toda la calle de Enríquez hasta llegar a Xalapeños Ilustres en donde se encontraba el dormitorio. Los granaderos irrumpen en el lugar y golpean indiscriminadamente a los estudiantes que se encontraban en el interior para posteriormente detenerlos.
El saldo del ataque es de cientos de heridos y 75 detenidos. Aquellos identificados como líderes y representantes estudiantiles son trasladados de manera inmediata a la carcel clandestina de los Servicios Especiales y torturados. La mayoría serían recluidos en el cuartel de San José.
Esa noche, las ciudades de Orizaba, Córdoba, Poza Rica, Veracruz Puerto, Minatitlán y Xalapa son puestas bajo vigilancia militar. Ningún joven tiene permitido abandonar la ciudad. Quienes lo intentan por autobús son bajados a la fuerza, pues hay órdenes de no permitir que ningún estudiante se dirija a la ciudad de México.
El primero de octubre ocho personas completamente ajenas al movimiento son liberadas. El resto espera a ser liberada tras el pago de la fianza. Se organizan brigadas estudiantiles para recolectar dinero y liberar a sus compañeros.
La mañana del 2 de octubre el gobernador Fernando López Arias daría un mensaje al estado en donde anuncia que el estado se encuentra en absoluta paz y que las acciones realizadas el día 26 se hicieron en apego a la ley, haciendo énfasis en sus intentos por disuadir a los estudiantes para que estos no realizaran la manifestación y evitar esos actos de violencia. Esa misma noche, ocurre la masacre de Tlatelolco.
Fernando López Arias deja la gubernatura ese año, siendo relevado por Rafael Murillo Vidal cuya primera acción es el rescate de la UV y la liberación de todos los presos pertenecientes al movimiento estudiantil.
El movimiento estudiantil en Xalapa Veracruz sin duda tiene un origen muy diferente al ocurrido en la capital del país. Sin embargo, lo que hermanó a los estudiantes xalapeños con los estudiantes de la capital y de otros puntos del país fue la lucha contra un estado autoritario e incapaz de resolver hasta el más mínimo conflicto social y el anhelo de transformar la realidad existente en otra más libre y justa para todos.
• Fuentes de Referencia:
- El 68 en Xalapa y el Liderazgo Estudiantil en la Universidad Veracruzana: Varios autores.
- Veracruz bajo el terror de López Arias: Miguel Ángel González. Revista Por Qué? 8 de noviembre de 1968.
- López Arias: Sexenio de Ignominia en Veracruz: Félix Báez Jorge. Revista Por Qué?, noviembre de 1968
- López Arias: Atentado contra el satrapa: Félix Báez Jorge. Revista Por Qué? 20 de diciembre de 1968.
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